En realidad no soy un pájaro: soy un mapache ciego

martes, 31 de enero de 2012
¿Sabéis? Aunque en ocasiones me guste dármelas de observador y perspicaz pájaro que se anticipa a lo que sea, la verdad es que soy muy, muy, MUY malo detectando señales; de cualquier tipo, pero especialmente amorosas. Veréis, recientemente ha sido mi cumpleaños y comenté entre mis allegados que no pensaba celebrar ningún tipo de fiesta (de hecho, llevaba sin celebrar nada desde hacía unos 10 años) y que ni se les ocurriera a ninguno de mis amigos del nido preparar nada sorpresa porque ¡odio las sorpresas! E ingenuamente creí que mi amenazadora advertencia de muerte funcionaría. Pero me equivoqué. Y la fiesta sorpresa me pilló... por sorpresa, valga la redundancia. ¡Y no porque la gente no me diera señales! A una de las asistentes a la fiesta, la cual yo en ese momento desconocía, se me ocurrió sugerirle que se viniera a cenar conmigo ese día para "celebrarlo" y poder tener una agradable y larga conversación. Su respuesta fue que ya le habían informado de esa cena y que estaba pendiente de si podían ofrecerle alojamiento. ¡Vaya! ¿Cómo podía ella saber nada acerca de esa cena si yo no lo había hablado con apenas nadie? Que sospechoso me resulta todo... Ahora, porque en aquel momento ni siquiera se me ocurrió desconfiar de nada. Y os diré, para no alargar mucho esto, que ese fue probablemente el menor de los canteos que tuvieron mis capullos, y un tanto descuidados, colegas.

Lo verdaderamente divertido es lo mal que detecto las señales amorosas. Y es que aunque se cubriesen de guirnaldas y bombillas, y me las señalasen con luces de neón, no sería capaz de ver señal alguna (algo parecido me sucede con las de tráfico). El último ejemplo, presuntamente, ha sido con un hombre del que me quedé profundamente colgado nada más verle: veintilargos años, 190 cm, complexión y estado físico MUCHÍSIMO más que aceptable, ojos verdes y un moderno corte de pelo. ¡Y, para colmo, era mi profesor de teatro! Así que el contacto físico estaba más que garantizado. Pero yo no soy tan superficial, ¿vale? ( ... no ha colado, ¿no?) Sin embargo, en cuanto abrió esos carnosos y tiernos labios que esbozaban una sonrisa entusiasta, aliñada por una buena y hermosa dosis de hoyuelos, supe que tenía el intelecto y la madurez exacta y necesaria que yo podría desear de cualquier machomen. Una vez iniciada la clase, siguieron unas intensas miradas, al menos por mi parte, y un intenso intento de acercamiento... Sin demasiado resultado, la verdad. Así que me vuelvo a casa con las plumas entre las piernas. Es entonces cuando decido sacar el espejo para preguntarme qué había podido fallar y fue cuando comprendí que aquel hombre de mundo, maduro y experimentado, jamás se fijaría en este poyuelo desaliñado y adicto al tinte rojo. Me hundí en la tristeza y la decepción. Hasta que una cercana a mi persona decidió apuntarse a estas clases. ¡Y vaya clase esperaba! Todo empezó con mi renovado intento de conquistarle con miradas furtivas, profundas y penetrantes, para acabar teniéndole subido a mi espalda, con la sangre totalmente acumulada en mi cara (de hecho, fuentes cercanas a la investigación aseguran que no se podía distinguir mi cara de mi pelo (ya os he dicho que me tiño de rojo, ¿no?)) y sin tener muy claro donde debía poner las manos. Sin embargo, volvió a poner los pies en el suelo antes de que pudiese decidirme a aprovecharme de la situación. Nos propuso un ejercicio que se presentaba divertido e intenso... y lo fue. Debíamos imitar absolutamente todo lo que él hiciera. Parece fácil, ¿verdad? Já! Se gira hacia mí antes de estar del todo preparado y me dice: "Yo te quiero." Y, como si un viaje no le hubiese parecido suficiente, mi sangre decide volver a hacer turismo por mi rostro mientras yo repetía la frase sin dejar de mirarle, imitando sus movimientos.

Tras un par de ejercicios más del mismo tipo, nos permitió darnos un pequeño descanso y yo decidí acercarme a mi acompañante y nueva asistente a las clases (sé que perdí la oportunidad de charlar con él, pero en ese instante no respondía de mis actos), la cual me dijo: "Pájaro... ¿A qué viene esa tensión sexual que os traéis tú y el profesor? Yo os pagaré el motel así que podíais relajaros un poco, ¿no?". No creo que deba explicaros mi reacción de incredulidad. Pero sí comentaré que intenté fijarme en esa tensión mientras le enviaba miradas, esta vez sí, totalmente lascivas. Y no pareció reaccionar del todo mal, la verdad. 

Para mi desgracia, la próxima y última clase es dentro de una semana ¿creéis que debería intentar algo extremo y/o desesperado? ¿o simplemente sugerirle que un café conmigo es una buena inversión de tiempo? Francamente, no me apetece renunciar a la idea de intentar algo. Pero tenéis que entenderme: los pájaros del norte estamos acostumbrados a sentarnos en alguna rama y esperar a que las fieras hambrientas vengan en nuestra busca; lo de ser cazadores de buenos y atractivos mastuerzos no es nuestro fuerte.

De cómo se convirtieron en el perro del hortelano

sábado, 21 de enero de 2012
¿Sabéis? Hay transformaciones de lo más curiosas. Hace un par de días os hablaba de la madurez, de progresar y crecer... Pero hay gente que prefiere convertirse en cangrejo: en lugar de avanzar, solo retroceden. Ésto era algo que yo ya sabía, que ya había podido comprobar, pero es que últimamente parece estar poniéndose de moda. Me explicaré.

Veréis, había una vez una persona que, presuntamente, estaba locamente enamorada de otra para la cual no parecía ni existir. Pero, ¡caray!, cuál es la sorpresa del primer sujeto de toda esta historia cuando descubre que el que parecía ni verle sí lo hacía. ¡Y todo el tiempo!
Tras currárselo un poquito, consigue que el que se suponía un pasota le dé una oportunidad y empiecen a salir. ¿Con qué objetivo? ¿Vivir felices para siempre y comer perdices? No, el de dejar a su supuesto amor platónico un par de horas después.

¿HOLA? ¿EN SERIO?

Sí, alegó que al parecer no se encontraba preparada para empezar una relación, ni mantenerla... No quiere compromisos y no sé qué más mierda pinchada en un palo.
Bueno, uno puede pensar que tal vez sea cierto, que quizá solo estaba confundida y necesitaba iniciar esa relación para darse cuenta de que en realidad no quería nada de nada: solo había sido un capricho. Y todo sería estupendo y perfecto (salvo por el pobre al que dejan, que se queda con el corazoncito ese de macarra que tiene, hecho pedacitos e intenta, de forma muy humillante, por cierto, volver a hacer funcionar ese tan poco gastado amor) de no ser porque tiempo después, el que ha sido dejado, superándolo, empieza a salir con una de las más íntimas amistades de la persona que le ha dejado a las pocas horas de iniciar lo que podría haber sido un intenso romance hace un par de días.
Pero, en resumidas cuentas, todo seguiría siendo perfecto, ¿no? Cada uno con su vida, respetándose y no buscar nada extraño en esa nueva relación. Pues no. Resulta que quien se encargó de enamorar a su amor platónico y dejarle unos 180 minutos después, se pone celoso. Y en lugar de criticar y molestarse con la persona a la que ha dejado, prefiere enfadarse, insultar y poner verde a sus espaldas a su amistad íntima. Todo de forma muy hipócrita porque sigue saludándole, compartiendo secretos e invirtiendo tiempo en esa amistad. Mientras busca acabar con esa relación, por supuesto. ¿De verdad entendéis que se comporte así? ¿De verdad pensáis que esta persona tenga derecho a ponerse celosa? Pues que no se os ocurra tratar de hacerle ver que se equivoca comportándose de forma tan infantil y egoísta. A no ser, claro, que queráis quedaros sin tímpanos.

Pero es que no es esa la única historia en la que hay cangrejos. Presento nueva situación y nuevos personajes. Situadme en una mañana normal. ... ¿Lo tenéis? Bien, ahora yo me dirijo a una íntima amiga mía y le sugiero que pasemos de las clases y vayamos a tomarnos un café y tener una agradable conversación. Ella considera que es buena idea y cree que sería estupendo si se viniese alguien más con nosotros. ¡Vaya, pero mira quien acaba de aparecer: entran por la puerta la chica que siempre consigo convencer para irnos por ahí y la que siempre a la que se lo propongo me dice que no! Uhm... Pensemos un segundo... ¡Claro! Puedo pedirle a la que siempre logro convencer que se venga. A la otra ya no tiene ningún sentido que lo haga. Y más ahora, que estamos de trabajo hasta arriba. Avanzo hacia la que sé que se apuntará seguro y, tras una persuasiva conversación, consigo lo que quiero. Y vuelvo a mi sitio. ¿Adivináis lo que sucede a continuación? Pues sí, la que siempre dice que no se molesta conmigo y me toma por un desconsiderado por no invitarla, poniéndome malas caras y contestándome de malas formas. Es entonces cuando digo que quizá tenga razón y, sutilmente, le comento la idea de que se anime y venga con nosotros, que siempre hay un hueco para ella. ¿Su respuesta?

"¡¿FALTAR?! :O NO, GRACIAS, NO TENGO INTENCIÓN DE HACERLO Y VOSOTROS NO DEBERÍAIS. :)"

¡¡Tócate las narices a dos manos!! Decir que me puse rojo de frustración es quedarse corto. Pero como buen caballero que soy, le devolví la sonrisa y le dije que como quisiera. Pasan las horas, nos vamos, nos tomamos el café y volvemos a nuestros puestos, dispuestos a seguir batallando cuando la individua en cuestión se acerca y nos comenta que mientras nos tomábamos el café ella se fue por ahí, de paseo con unos compañeros. Decir que me puse rojo de frustración, de nuevo, es volver a quedarse corto. Pero es que me irritan estos que únicamente son "Perros del Hortelano, que ni comen ni dejan comer".

Vale, vale. Es cierto que esa frase se puede aplicar al primer caso más que al segundo, pero ambos hacen que me hierva la sangre suizo-española que llevo en mis venas.
¿Llegará el día en que la gente se preocupe más por su propia felicidad que por echar tierra en la de los demás?

Mi sorprendente mundo (1ª parte)

lunes, 16 de enero de 2012
¿Sabéis? Me paso la mayor parte del tiempo acordándome de viejos amigos a los que ya no he vuelto a ver, gente que decidió marcharse por propia voluntad y personas que, simplemente, tuvieron que irse sin opción a elegir. Pero de entre todas ellas había una que no había vuelto a asaltarme en mis introspectivos viajes. Quizá porque, aunque dejó herida, supe cómo echarle el agua oxigenada adecuadamente y cicatrizó sin infectarse. Pero jamás me había imaginado volver a verle.

Estaba, y está, más alto que antes, con el pelo más largo y más negro, si eso es todavía posible. ¡Y ahora tiene barba! La última vez que le vi todavía éramos unos críos, yo más que él, pero niños al final. Comentaré como detalle curioso que, quizá por algún extraño designio del destino, se hace mi mismo peinado.

Por mi parte, habría sido ingenuo llegar a pensar en algún momento que, si llegase a suceder, nuestro posible reencuentro fuese normal. Me dirigía, bastante malhumorado (todo sea dicho de paso) y hundido en la música que salía al máximo volumen de mis cascos, a primera hora de la mañana a mis quehaceres habituales cuando noto como algo me presiona la espalda con fuerza. Ya volteaba la cabeza escupiendo fuego por ojos y orejas y lagartos por la boca para encontrarme con el hombre que os he descrito más arriba. "Buenos días... Pájaro." me dijo con una voz que apenas podía reconocer. Pero sus ojos, lo primero que volví a ver de él, no habían cambiado lo suficiente como para resultarme irreconocibles. Solo diré que perdí el control y las bolsas que llevaba se me cayeron al suelo para poder darle un abrazo a aquel tan buen amigo que había perdido hacía tanto tiempo y del que jamás había vuelto a saber nada en absoluto. Y me llené de preguntas, de cuestiones que necesitaba que me resolviese, de dudas que habían quedado guardadas en el baúl de objeto perdidos de mi cerebro

Y las contestó. Todas.

Pude darme cuenta de la de cicatrices y marcas que había en él. Pero no eran físicas. ¡Nos han pasado tantas cosas! Me ha hecho reflexionar muy mucho acerca de todo lo qué ha sucedido desde que se fue y de cómo eso me ha afectado. Él es de lo poco bonito que puedo encontrar de mi pasado en aquel momento de mi vida, si queréis que os sea sincero. Y su recuerdo se había sepultado por una montaña de pensamientos tristes y grises, por una preocupación obsesiva por la madurez en lugar de por las experiencias en sí mismas. Y eso me asfixiaba. ¿Os sabéis eso que dicen de que cada uno de nosotros tiene por ahí un alma gemela? Creo que nadie llegó a estar tan próximo a ese concepto conmigo como él.

De todas formas, reconoceré que, como dije cuando di la bienvenida al 2012, sí tengo una predisposición a pensar que este será un año favorable y lleno de cambios, pero vaya, no me esperaba algo tan pronto. 
¡MUNDO podrías dosificarlo un poco, ¿no?! No es que no me alegre de lo que has hecho, no me malinterpretes, todo lo contrario, ¡pero me conformaba con que empezase por una llamada teléfonica, oye!

Complejo de Vampiro

viernes, 6 de enero de 2012
¿Sabéis? Hoy cumplo seis días sumido en los pozos de la gripe. En lo que llevamos de enero ya he aprendido que la manga corta y el invierno son muy mala compañía. Sobre todo si tus defensas, en una escala del 1 al 10, están siempre en -3. Sí, soy un flojucho y me tiro en la cama más de la mitad del año. De hecho, suelo ponerme, como mínimo, enfermo en tres ocasiones al mes. Éste, con eso de las fiestas, he tenido miedo de no cubrir mi cupo de número de malignos microorganismos en mi cuerpo así que he empezado pronto.

Y llevo seis días sin ver la luz del sol. Sin pisar la calle, damas y caballeros. Desconocía que un pijama pudiera llegar a quedarse adherido de forma tan efectiva a tu cuerpo. Ha sido necesario llamar a los bomberos que, ayudados de piquetas, mucha agua y una enorme paciencia, consiguieron sacármelo. ¡Peor que el exorcista fue aquello! Sin embargo, mirando el lado positivo, al menos puedo decir que he conseguido meter a un grupo de bomberos en mi cama, ¿no?

Pero bueno, parece que mi cautiverio se termina. ¡Mañana empiezan las rebajas aquí en el norte! El momento perfecto para superar cualquier contratiempo físico y prenderle fuego a la cartera. ¡Y más si no es la tuya!

No albergo demasiadas esperanzas (tampoco me gusta demasiado comprar) pero siempre es divertido aporrear con un bate de béisbol a alguna amargada cuarentona mujer mientras ella intenta abrirte el cráneo con su bolso (considero importante señalar que no están tan indefensas como se puede creer) por una, más bien cutre, camiseta para su hijo.

En fin, dejando a un lado mi faceta más violenta, ¡necesito volver ya a la rutina! Me di cuenta de esta necesidad ayer por la tarde cuando, despertándome 19.00 p.m., no tenía ni idea de si era por la mañana o por la noche y, mucho menos, qué día era.

Pero no necesita únicamente esto mi reloj interno, ¡mi vida también! Estos días han sido demasiado insustanciales. No es que tenga demasiadas ganas de trabajar, pero me apetece volver a tener contacto con ciertos personajes que muchos de por aquí se atreven a denominar como "vida inteligente". Qué gracia.

No quiero parecer presuntuoso con esto último, de verdad. Pero si les conocierais, seríais de mi misma opinión. Seguro.

Vaya, 2012 no te esperaba

lunes, 2 de enero de 2012
¿Sabéis? El año que ya dejamos atrás (que sí, que yo dejo con bastante retraso... pero es que todavía no sé ni como tengo cuerpo ya para escribir algo coherente...) no me ha gustado. No es que el 11 sea un número feo, que sí, sino que simplemente ha sido un año demasiado confuso para mi gusto. Aunque reconoceré que este 2012 tampoco empezó de forma mucho más clara... Si bien pasadas unas horas parece que todo vuelve a su cauce.

Quizá sea la edad, quizá sean las hormonas o tal vez la eterna disyuntiva entre el bien y el mal, pero lo cierto es que 2011 hizo que me replantease mi "yo", quién era y hacia dónde me dirigía cuando creía tenerlo claro de sobra. Y eso no mola aunque a muchos personajes (sobre todo del mundo televisivo y a mi monitor de yoga) se les dé por decir que redescubrirse*inserte tono místico aquí* a uno mismo es lo mejor que te puede pasar. ¡Pues no, señor! El esfuerzo no vale la pena. Mi vida va bien, todo funciona como debe ser, tengo una familia que me quiere, perro y galletas en el armario, ¿qué puede ir mal? Oh, pues prepárate porque es entonces cuando la sombra del inconformismo, de la melancolía y/o de la soberana gilipollez (en ocasiones conocida como amor) te asalta y provoca que todo lo idílico citado anteriormente no sirva de nada. O eso te crees porque dejas de valorarlo.
Y el redescubrirse*inserte tono místico aquí* no es más que volver a valorar todo eso y ponerse en el sitio de partida. Lo dicho, ¡hacerse la picha un lío pa' ná'!

Por suerte el 2012 ya está aquí y se presenta muy favorable. Hace escasas horas, a través de una videoconferencia interpueblerina, he descubierto que dos de las personas que conozco que peor lo han pasado en este año maldito (sí, maldito, ¿queréis que os recuerde el agravamiento de la crisis? Pues eso.) están juntos... Es decir, no juntos físicamente, que también, sino hechos pareja. Todo lo que acabo de decir podrá sonaros muy teenager (adolescente pa' los menos puestos en inglés) pero de verdad que se merecían ese final... Aunque haya KO's y heridos por el camino. Algo siempre inevitable.

¡¡Oh, no, no, tranquil@s!! Yo sigo soltero... Solo como la una. Es muy probable que esta... "estable" situación siga así a lo largo del 2012. Pero no me preocupa; creo que habéis podido ver que soy una persona nada sensible, frío como el culo de un pingüino (uy, vaya, perdonad, es que a veces se me olvida desactivarme el botón de la ironía y el sarcasmo). Pero no creo que llegue a pensar mucho en ésto: tengo un montón de proyectos ya en el tintero y este blog, al que tengo ganas de dedicarle tiempo y energías.

En fin, damas y caballeros, me voy despidiendo... Tengo a un invitado esperando en el recibidor. La verdad es que se ha retrasado mucho pero al fin ha llegado... Y tengo la sensación de que cambiará mi vida. ¿Que cómo se llama? 2012, creo.